El terrible accidente de Stefan Küng cuando peleaba por revalidar el Campeonato de Europa de Ciclismo en contrarreloj de Limburgo (Países Bajos) dio la vuelta al mundo. Un golpe descomunal. El de Will rodaba a 60 km/h en la zona vallada del circuito y no fue avisado por su coche del estado del final. Las vallas tenían un pie saliente. Al ir pegado el suizo chocó y salió disparado sufriendo un choque de impresión. Perdió su jersey de campeón… y estremeció a todo aficionado.
Küng terminó 11º la crono cruzando la meta lleno de sangre, con el casco totalmente destrozado y la mirada perdida. Fiel reflejo de lo que podría ocurrir sin medidas de seguridad estrictas. Pero abriendo otro debate. ¿Por qué terminó Küng la carrera? Más cuando el parte de lesiones señaló que el ciclista del Groupama-FDJ sufre una conmoción cerebral, fractura de mandíbula y una mano rota que no requiere operación inmediata.
¿Dónde está el límite? Esa es la duda tras el golpe de Küng. Peligroso y con consecuencias, aunque su equipo señaló que no parece excesivamente peligroso horas después. «Se quedó en observación y regresará a casa. Su temporada ha terminado aunque su estado general es bueno», relató. Pero terminó… Sin jugarse nada.
El casco es vital pero el futuro más
«El casco es vital pero el futuro más. Nunca olvides dónde se centra tu mirada», dijo Philippe Gilbert, leyenda belga, en sus redes sociales. Un accidente durísimo, que abre debate con el protocolo de la UCI. Las conmociones, las consecuencias de un deportista y una temeridad existente. Un héroe, sí. Pero en muchas ocasiones parece que no debería.
En teoría, la UCI tiene un protocolo en el que tras el accidente se realizan preguntas para evaluar su memoria y se evalúa si tiene dolor de cabeza, náuseas, visión doble, mareos o síntomas leves o moderados para establecer si puede continuar. Se implantó tras otro suceso de gravedad, cuando Romain Bardet contó que corrió una etapa del Tour en 2019 con una conmoción cerebral durante más de 90 kilómetros.