El 20 de Agosto de 1990, en Argentina, al concluir la final del campeonato mundial de basquet, en la que Yugoeslavia derrotó 92 a 75 al de la URSS, se produjo un incidente entre dos jugadores uno Croata y otro Serbio que anticipó la fractura del país Balcánico y tuvo impensadas derivaciones, a este hecho se lo conoce como el “Incidente Divac-Petrovic”. Vlade Divac y Dražen Petrović eran dos maravillosos basquetbolistas Yugoeslavos e inseparables amigos, vivieron todo el proceso de creación de la generación de oro del deporte en su país.
Previo al mundial de Argentina 1990 Croacia comenzó un proceso separatista, pero el equipo de basquet llegó a la competencia como un bloque macizo, cuando finalizó el partido ambos jugadores se buscaron para un abrazo de gloria, cuando este terminó, un espectador se acercó eufórico y les entregó una bandera Croata, Divac de origen Serbio le arrojó la bandera en la cara y le dijo “Esa bandera no representa nada hoy ganó Yugoeslavia” seguido de una andanada de insultos, Petrovic, de origen Croata, le recriminó airadamente su actitud, la discusión subió de tenor hasta que intervino el coach y los separó, aunque no se volvieron a hablar en el resto del viaje, por cierto ya nunca se volvieron a hablar.
Al año siguiente efectivamente se desmembró la república de Yugoeslavia, por lo que las diferencias entre ambos ahora también eran su nacionalidad.
En 1993 Divac comenzó a considerar restablecer su relación con su ex amigo, pero le detenía imaginar un desplante, a fines de Mayo tomó el teléfono y se comunicó a los EEUU con un compañero de Petrovic de los New Jersey Nets para pedirle el número personal, este le informó que Dražen se encontraba en Alemania, Divac creyó que era un síntoma de que no debía volver a intentarlo.
Pocos días después, el 7 de Junio, Dražen Petrović murió en un accidente automovilístico en Denkendorf, Alemania.
El reencuentro ya no sería posible, Divac debió esperar 10 años para poder visitar la tumba de Petrovic y aún lleva el peso de no haber hecho mas por recomponer una amistad que nunca debió terminar, como dijera en el imperdible documental “Una vez hermanos”, “Construir una amistad lleva años, pero destruirla sólo un segundo”.