Milagros quería ganar medallas como lo hacía su padre y él le propuso anotarse en competencias. Ahora se convirtieron en los primeros en hacer trail running en el mundo.
Sebastián practicaba canotaje y solía llegar a su casa en la localidad rionegrina de San Antonio Oeste con medallas que llamaban la atención de su hija. “Yo también quiero ganarlas”, le pedía insistentemente.
“Me mataba pensando cómo hacer para que compitiera, hasta que me acordé de haber visto un video en el que un hombre corría en silla de ruedas. Ahí hablé con una organización para preguntar si nos podíamos anotar”, contó el hombre de 33 años a TN.
La primera carrera a la que asistieron fue el año pasado en Viedma, en silla de ruedas, y a partir de ahí la dupla no paró de incursionar en el atletismo: “Lo mío era lo otro, nunca había corrido y fue todo nuevo. Pero había que buscar la manera de darle la alegría que necesitaba”.
Desde ese entonces se anotaron a diferentes competencias que fortalecieron el vínculo padre-hija e incrementaron la sed de gloria. Querían seguir obteniendo premios hasta que el fin de semana pasado se enfrentaron a un desafío mucho mayor: una trail running.
Trail running: qué es y por qué su carrera fue histórica
A diferencia de una carrera habitual, que se desarrolla sobre asfalto, el trail running se realiza en una superficie distinta: se trata de una competencia en la naturaleza, ya sea montañas o cerros.
El fin de semana se hizo el Desafío del Día del Amigo en el Cerro de La Caballada, en Patagones. Los organizadores los invitaron y no pudieron rechazar la propuesta: ese mensaje interno de superación los impulsaba a hacerlo sin lugar a duda, pese a no tener la preparación física necesaria.
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En ese sentido, Sebastián detalló: “Conocí el terreno la semana anterior. Fui a correr solo para ver la pista porque había que saltar una tranquera, bajar un cañadon y tenía que pensar en resguardar la salud de mi hija”.
La experiencia, según describió, fue única. Corrió con Milagros cargada en una mochila para bebés en el pecho y fue la primera vez en el mundo que se hizo. “Fue maravilloso. Ella me guiaba, fue mi GPS todo el camino mientras charlábamos. Disfruté el paisaje de otra manera y terminarla fue emocionante”, expresó.
Para la nena, que tiene 8 y está a días de cumplir 9 años, fue incomparable: “La alegría que sintió no tiene precio, verle la medalla puesta cuando terminó…emocionante”.
Para sus rivales también fue un momento de emoción total: “Quedaron asombrados, nos felicitaron y nos animaron a que sigamos. Los competidores no llevaban nada, como mucho medio o un litro de agua, así que cuando nos vieron muchos se largaron a llorar”.
Definitivamente, todos remarcaron la fuerza de voluntad y el sacrificio de ambos: “Es importante dejar el mensaje de que no hay límites, hay que seguir adelante. El ‘no puedo’ es una excusa”.
Esa arenga la repite desde que Milagros es pequeña y recordó una anécdota que marcó su manera de ver la vida: “Era chica todavía, pero nosotros sabíamos que teníamos que enseñarle a que se tenía que superar siempre. Le preparé una taza de té y se la dejé en la mesa. Me dice ‘pero yo no puedo tomarla sola, ¿no me la vas a dar?’ Le contesté, con todo el dolor del mundo, que tenía que buscar la manera de hacerlo por su cuenta. Cuando me di vuelta, estaba tomando por su propios medios. ¿Viste que vos podes?. Todo lo que te propongas lo vas a lograr, aunque te cueste más”.
Pese a la satisfacción de haber completado la misión, Inalaf admitió que el cuerpo le pasó factura después: “Al otro día no me podía ni mover del dolor de cintura. Claro, cargué los 25 kilos que pesa Mili y fue lo que me la hizo más difícil. Por eso tengo que tener un entrenamiento, pero pienso en la felicidad que tenía mi hija y no existe el dolor”.
De todas formas, el hombre se sumó a un equipo de entrenamiento para llegar de la mejor manera y no lastimarse, ya que la exigencia es muy más alta. “Tenía una técnica distinta, pero ahora empiezo a entrenar para prepararme”, indicó y señaló que la próxima competencia a la que se presentarán es el 3 de septiembre en Puerto Madryn.
El esfuerzo físico no le importa, solo quiere ver sonreír a su hija e incentivar a que luche por sus sueños a lo grande. “La vida hay que disfrutarla. Si hay una persona que no puede, hay que ayudar a que sean felices”, cerró.