Facundo Quiroga, el entrenador argentino en la selección femenina de hockey de Irlanda
Imagínense saber que para lograr el objetivo de tu vida no es una opción vivir en el país donde te criaste. No porque no sea un deseo o no te quieran, sino porque el final del camino estaría lejos de tu alcance. Algo de eso le sucedió a Facundo Quiroga, el actual entrenador del hockey femenino de Irlanda que buscará liderar a su seleccionado para que alcance la clasificación de los Juegos Olímpicos de París 2024.
De Trelew a Rosario y de ahí a Buenos Aires. Ese fue el camino en la carrera, primero como jugador de hockey. Una lesión fue el disparador para dejar el palo y ubicarse detrás de la línea del campo de juego. Y no paró. Su impulso lo llevó a sumergirse en el mundo de la redonda, pero detrás de una pantalla. “Siempre tuve ese deseo de hacer algo en fútbol, pero nunca le había podido dar forma, hasta que apareció Holan y rompió todo en Defensa y Justicia. Ganó la Sudamericana con Independiente y, había un camino, mostró que se podía”, le explicó Facundo a Infobae desde Zürich, Suiza, su lugar de residencia.
Empezó a analizar el juego y les mandaba el material a técnicos, hasta que uno le dio el sí y se sumó a su equipo como video analista para trabajar en Huachipato, de Chile. Una vez que se abrió la puerta de salida, volvió al hockey. Y lo hizo en Suiza. Dirigió al Grasshopper y, tras dejar su huella, desembarcó como la cabeza de un proyecto en la selección femenina de Irlanda que buscará el boleto olímpico entre otras potencias del continente.
En el medio, como suele ocurrir, está el desarraigo. Extrañar a los tuyos, sentimientos que nacen a pesar de estar cumpliendo un sueño. “Desde lo profesional, haberme ido de Argentina fue una gran decisión para mí, desde lo afectivo fue la peor que tomé en mi vida. Está claro. Y yo vengo decidiendo así desde los 17 cuando me fui de Trelew. Me fui de Trelew porque el hockey era una liga más grande, no porque quería estudiar. Y cuando me fui de Rosario, lo mismo. El otro día hablaba con un amigo que hace mucho que también está acá y decíamos eso. Creo que los argentinos que nos fuimos, nos acostumbramos a vivir medio partidos al medio. Porque perdés roce con tu familia, con amigos, pero bueno, es ese balance de una elección de vida, de tratar de cumplir ciertos sueños a nivel profesional y tratar de estar siempre conectado con los que están alrededor”, confesó.
A principios del 2023 vino a jugar unos amistosos con el equipo a Mar del Plata y recordó que en esa cancha se entrenó por última vez en su país. Con Facundo Quiroga hablamos del alto rendimiento. De la tecnología aplicada al deporte y cómo el fútbol y el hockey tienen más puntos en común de lo que se cree. De las relaciones humanas, y de los sueños que tiene a futuro. ¿Sólo con Irlanda? Claro que no. Volver a Argentina para ser técnico de una de las selecciones cerraría un círculo de su vida que todavía está abierto.
– Cómo es tu historia relacionada al deporte
– Yo nací en Trelew, Chubut. Y empecé a jugar por los Juegos Olímpicos, en realidad. Era el 96, estamos mirando los Juegos en Atlanta, y mi vieja había jugado al hockey, y nos levantábamos a cualquier hora a mirar los partidos de vóley, de básquet, de fútbol y mirando los partidos de hockey mi vieja me dice “che, ¿no querés probar que hay un club que está buscando jugadores varones?” Yo tenía 8 años y jugué ahí en Trelew hasta los 17. Pero empecé a entrenar a los 14, 15 años, colaborando con las Inferiores del club. Y ahí fue cuando di mis primeros pasos. Después me fui a estudiar a Rosario, ahí viví 9 años y fue donde empecé a desarrollarme como entrenador. Tuve mi primer trabajo fuerte como entrenador a los 21 entrenando a la primera de Uni de Rosario y después de eso me fui para Buenos Aires. Trabajé un par de años en varios clubes, con la selección argentina de hockey indoor… Había jugado ahí, tuve una operación en la espalda, dejé de jugar, empecé a entrenar también a varones…
– ¿Dejaste de jugar y profundizaste en ser entrenador por este problema físico?
– Ese fue el motivo, fue el disparador. Yo podría haber forzado, pero la verdad es que en ese tiempo que estuve sin jugar, me había mudado a Buenos Aires y ya estaba disfrutando mucho más el ser entrenador que jugador. Y si bien me encantaba jugar, dejar era la posibilidad de poder entrenar varones. Y yo sabía que eso me iba a ayudar a crecer como entrenador. No hice un duelo muy grande tras dejar de jugar porque, inmediatamente, estaba entrenando varones y recuperé un poco de esa adrenalina que tenía cuando jugaba. A partir de ahí laburé un par de años más en Buenos Aires, después vino el fútbol. Trabajé tres años en Chile con Nicolás Larcamón, que ahora está en León, en México, y después tres años en Suiza, y ahora en Irlanda desde hace ya un año.
– ¿Cuándo decidiste sumarte al fútbol paralelamente con el hockey como analista de video?
– Tuvieron que ver con varias cosas. Mi pasión por el deporte, el fútbol y el hockey fueron los dos deportes en los que siempre me involucré. Hasta los 14, 15 años jugaba a las dos cosas y después me decidí a seguir jugando al hockey, pero el fútbol siempre estuvo ahí y fui muy fanático. Siempre tuve ese deseo de hacer algo en fútbol, pero nunca le había podido dar forma, hasta que apareció Holan y rompió todo en Defensa y Justicia. Ganó la Sudamericana con Independiente y, había un camino, mostró que se podía.
– Vos entonces dijiste “si Holan pudo viniendo desde el hockey, ¿por qué no?”
– Claro, había ejemplos antes. Si vos mirás, Van Gaal, el neerlandés, en su momento tuvo dos asistentes que habían sido parte de la selección de hockey. Un cuerpo técnico alemán también. No había ejemplos en el fútbol local, pero cuando apareció Holan… Entonces pensé que se podía. Empecé a hacer análisis de fútbol como yo había mis análisis para mis equipos de hockey, y empecé a compartirlo con gente a la que pensé que le podía llegar a interesar. Entonces, hice un montón de cosas, le mandé a mucha gente del fútbol, hablé con muchos entrenadores, preparadores físicos, hasta que un día uno me llamó y me dijo “lo que hacés está buenísimo, me interesa que te sumes con nosotros”, y ahí arranqué con Nico Larcamón.
– ¿Qué fue lo que le mandabas a los entrenadores?
– Analizaba el juego y pensaba en mi estructura de pensamiento de hockey, y trataba de analizar qué hacían los equipos, los rivales, de qué manera podían mejorar alguna fase del juego, en qué fase del juego por ahí eran más vulnerables. Obviamente todo con mi lenguaje de hockey, que cuando me sumé con ellos, lo fui un poco adaptando al mensaje más futbolero. Empezó por ahí. Algunas cosas de estadísticas.
– ¿Notaste muchas semejanzas en ambas disciplinas cuando profundizaste en el análisis?
– Similitud en cuanto a las fases del juego. Las fases son las mismas, de atacar y defender, las transiciones, es lo mismo, las velocidades son distintas y eso hace que la dinámica sea distinta. En el hockey, la pelota viaja más rápido por la superficie y también por los cambios ilimitados que hacen que la intensidad a la que se desplazan los jugadores sea más alta sostenida en el tiempo de lo que podría ser en el fútbol, pero en cuanto a cuestiones tácticas hay cosas muy parecidas, en cuanto a principios de juego hay cosas que son parecidas, y también muy transferibles de uno a otro, por eso yo creo que muchas actividades del entrenamiento se pueden realizar en los dos deportes en paralelo. Obviamente siempre haciendo ajustes, pero se puede. Después hay grandes diferencias culturales de cómo se vive un deporte y el otro, y si hablamos de los dos deportes a nivel profesional, el tema presupuestario tiene un impacto. En las formas de laburar, de pensar el laburo, en la forma en que los jugadores conviven con la actividad, también, pero en cuanto al juego hay muchas similitudes que permiten este crossover entre entrenadores.
– Ahora que los comparás, al fútbol le costó por cuestiones culturales adaptarse a la psicología, al coaching deportivo. No tanto con la tecnología, aunque para algunos sí por esa cuestión tradicionalista de decir “no es necesario tener cuatro drones”. ¿Cómo lo notaste vos cuando lo tuviste que atravesar?
– Te imaginarás que si salté a un cuerpo técnico de fútbol es porque el entrenador era lo suficientemente abierto para pensar que alguien de otro deporte le podría aportar algo, con lo cual, hablo maravillas porque Nico Larcamón es un tipo muy abierto. Mi experiencia fue buenísima. Todos muy abiertos a mejorar, pero es cierto que hay cierta resistencia en el ambiente general a algunas cosas, pero me da la sensación de que eso se está acabando. La tecnología en el fútbol está. La uses o no, es una herramienta. Hoy el deporte de alto rendimiento es multidisciplinario. Y hay muchas áreas que convergen ahí y no se me ocurre hoy pensar en ningún cuerpo técnico de fútbol de alto rendimiento que no mire para ese lado. Ya sea la psicología, el uso de la tecnología, la ciencia del aprendizaje o con la nutrición.
– ¿Cómo fue trabajar con la tecnología en un plantel de hockey comparado con uno de fútbol?
– En el hockey, el uso de la tecnología está más en el día a día y hay más gente involucrada en ese proceso. En Irlanda, nosotros tenemos una persona que está a cargo de filmar, de cortar los partidos y hacer gran parte de las estadísticas, pero eso tiene que ver con el modelo de juego que diseñamos los entrenadores, sobre esa información que él manda nosotros trabajamos cada uno en nuestras áreas, pero las jugadoras trabajan en las suyas y después hay un punto en común. Todo el mundo está haciendo algo con la herramienta. Y en la semana hay espacios en los que la herramienta es usada por todos. Están las reuniones de pre entrenamiento donde hay videos, en las reuniones de revisión de entrenamiento hay videos, reuniones individuales donde hay videos, hay espacios en donde las jugadoras analizan sus propias cosas y eso es con video. La herramienta está en el proceso. En mi experiencia, cuando laburé con el fútbol, no había tanta carga con los jugadores. Sí el cuerpo técnico miraba mucho y se elegían los momentos específicos en los que esa información se le daba al jugador, y después dependía de lo que cada jugador demandaba. Había jugadores que por su cuenta pedían más y jugadores que no les interesaba tanto. Eso es un buen balance: lo que nosotros creemos que hay que mirar y lo que el jugador necesita y se siente cómodo. Es un medio para hacer llegar una idea.
– ¿Por qué te fuiste de Argentina?
– A mí me pasó de empezar a entrenar Primera División muy joven. Yo a los 21 años ya estaba entrenando y eso me sumergió en el mundo del alto rendimiento desde muy chico. Entonces, muy temprano en mi carrera encontré la profesión. Me di cuenta muy rápido de que quería ser entrenador y qué quería laburar de entrenador. Eso fue lo primero. Y lo otro que me llegó muy temprano fue que siempre tuve el sueño de trabajar en el alto rendimiento y de trabajar en el hockey internacional. Y yo sabía que para eso necesitaba dos cosas: uno, prepararme, y otro, encontrar alguna puerta que golpear. Y yo sabía que esas cosas para mí en Argentina iban a ser muy difíciles. Una por un tema de tiempos, porque para poder prepararte y trabajar en alto rendimiento como entrenador, necesitás dedicarte a eso, probablemente, 100 por ciento.
– Claro, ser profesional.
– Porque lo sos.
– Voy eso de que muchos creen que estamos en un mundo amateur.
– Pero no lo estamos. Si vos ves el laburo que hacen muchos entrenadores en Argentina no cobran un mango. Los europeos no lo pueden creer. Y por eso creo que Argentina saca tan buenos entrenadores y tan buenos jugadores, ¿no? Pero bueno, yo sabía que para prepararme de la manera que tenía que hacerlo, necesitaba tiempo y en Argentina es muy difícil porque el 90 por ciento de los entrenadores además hacen otra cosa. O laburan de otra cosa o, si laburan de entrenadores, o entrenan dos equipos de Primera División, más alguna divisiones menor, o coordinan Inferiores, entonces nunca tenes tiempo fuera de la cancha para dedicarte a prepararte vos. A aprender, a estudiar. Eso fue una y la otra es que siempre tuve el sueño de trabajar en el hockey internacional y, en Argentina, históricamente los cuerpos técnicos de las selecciones nacionales han estado compuestos por, no solo muy buenos entrenadores, sino por muy buenos entrenadores que encima han sido jugadores internacionales. Y eso yo no lo tengo. Entonces, yo sabía que las dos cosas que necesitaba para trabajar en alto rendimiento y llegar a nivel internacional, en Argentina iban a ser muy difíciles. Y por eso me fui. Con una búsqueda de llegar al hockey de alto rendimiento.
– ¿Cómo fue desembarcar en Europa?
– Así como cuando antes de trabajar con el fútbol empecé a hacer cosas en fútbol para poder llegar hasta ahí, y el día que me llegó la chance estaba más o menos preparado, con Europa fue lo mismo. Empecé a mirar algunas ligas, algunas cosas con equipos de acá porque me parecía que en algún momento se podía presentar la oportunidad y surgió a través de un entrenador que yo había tenido cuando era muy chico que estaba trabajando en ese momento en Francia y me ofreció ir como asistente a Francia, Julián Barceló, y yo estaba con el fútbol y no lo pudimos hacer. Y cuando nos fuimos de Huachipato, que Nicolás estaba esperando si surgía alguna otra cosa o no, él me puso en contacto con la gente de Suiza que estaba buscando un entrenador. La federación estaba buscando un entrenador así que fue una buena oportunidad para mí para empezar ese camino. Sabía que venir a una liga menor de Europa me iba a ayudar a adaptar mi método al hockey europeo, por un lado, y a su vez a empezar a instalarse en Europa.
– ¿Cómo fue la experiencia en Suiza?
– Fue muy buena porque me tocó llegar a un club con mucha historia, pero con un pasado reciente no muy bueno y con gente que tenía muchas ganas de revertir esa situación de invertir y le puso mucha energía a un proyecto que armamos de tres, cuatro años. Y me tocó un grupo de jugadores de todas partes del mundo, que a mí me sirvió mucho como desafío porque tenía que lograr desarrollar una idea de juego con tres jugadores alemanes, cuatro neerlandeses, con cinco suizos, dos españoles, dos australianos, con los argentinos que después se sumaron. Fue un lindo desafío, más con el desafío del idioma, así que fue genial. Llevamos un equipo que siempre estaba en Segunda División peleando el descenso a meternos entre los cuatro mejores de la liga, clasificar a la Copa de Europa, jugar dos finales del campeonato seguidas. El club creció en cantidad de gente.
– ¿Recordás algo particular en tu paso por Suiza? Debe haber sido un impulso para dar un paso más en tu trayectoria.
– Sí, tal cual. Y el otro obstáculo que había ahí era el lenguaje. Yo cuando vine prácticamente no hablaba inglés.
– ¿Tenías traductor?
– No, pensé que iba a ver cuando llegué, pero en la cancha era yo con los jugadores y había que arreglárselas. Yo sabía que el lenguaje me podía limitar, entonces tuve que desarrollar otros métodos de comunicación y ahí vuelve el uso de la tecnología y el método de entrenamiento que eran mis dos fuertes. yo tenía que apoyarme para poder transmitir mi idea y convencer a los jugadores que era por ahí. Ese fue mi mayor título en Suiza, desarrollar mi idea. Con las limitaciones del lenguaje. Para mí fue decir “bueno, lo que hacía en Argentina lo puedo hacer acá también, tengo los recursos”. Ese fue mi gran aprendizaje acá.
– Vos un poco sufriste de muy chico el desarraigo que sufren los atletas del Interior que tiene que viajar para entrenar o competir. ¿Cómo fue esa adaptación?
– Si desde lo profesional haberme ido de Argentina fue una gran decisión para mí, desde lo afectivo fue la peor que tomé en mi vida. Está claro. Y yo vengo decidiendo así desde los 17 cuando me fui de Trelew. Me fui de Trelew porque el hockey era una liga más grande, no porque quería estudiar. Y cuando me fui de Rosario, lo mismo. El otro día hablaba con un amigo que hace mucho que también está acá y decíamos eso. Creo que los argentinos que nos fuimos, nos acostumbramos a vivir medio partidos al medio. Que hay algo que no está y no va a estar. Y es una elección de vida. Después es “lo vale o no lo vale”, no lo sé. Con el tiempo, en un par de años, te diré. Hay muchas cosas de las que me pierdo y me duele perderme, la verdad. Porque perdés roce con tu familia, con amigos, pero bueno, es ese balance de una elección de vida, de tratar de cumplir ciertos sueños a nivel profesional y tratar de estar siempre conectado con los que están alrededor.
– ¿Te fuiste solo, estás solo?
– Ahora estoy en pareja, mi pareja es suiza. Hoy estoy bien, contenido. Ahora desarrollé cierta comunidad acá también. Por eso me quedé viviendo en Suiza, porque desarrollamos cierta comunidad con los chicos que vinieron acá a jugar al club, los jugadores que he entrenado, me siento un poco en casa, aunque casa siempre es Trelew para mi.
– ¿Cómo llegó la propuesta de Irlanda? ¿Esperabas llegar a un país en Europa con tanta tradición en el hockey?
– Irlanda lo que tuvo fue un boom en el Mundial 2018, que las chicas jugaron esa final con Holanda. Nadie esperaba que Irlanda pasara la fase de grupos y terminaron jugando la final y a partir de ahí, el hockey ha crecido exponencialmente junto al impacto mediático y lo que le significó a los presupuestos como en todos lados. Cuando llegás a determinado ranking, los sponsors te miran de otra manera y la secretaría de deportes te miran de otra manera y les permitió cambiar. Siempre supe que venir a Suiza era el paso previo a algo más y traté de en mis años en Suiza ir desarrollándome para ese próximo paso. Y sabía que ese próximo paso era o alguna liga más fuerte o una selección más fuerte que la Suiza. No solo que ajusté mucho mi manera de laburar, sino que también, hace tiempo, analizando el hockey internacional, para estar no solo actualizado sino sentirme preparado para el día que llegue esa oportunidad. Y así pasó. A través de una conferencia en la federación europea expuse un poco lo que estaba haciendo en Suiza, lo que había hecho con el equipo y después con la selección, y a partir de ahí alguien de Irlanda me contactó para decirme que estaban buscando reforzar el cuerpo técnico y ahí tuve que pasar unas cuantas entrevistas, el proceso fue bastante largo, pero cuando llegué ahí ya tenía algo hecho para decirle a Irlanda “puedo ayudar”. Ya venía preparado para ese paso. No te voy a decir que no me sorprendió, porque me sorprendió, pero era hacia donde estaba apuntando.
– ¿Qué planteaste en tu llegada?
– La llegada fue jodida, porque llegamos todos juntos al mismo tiempo. El cuerpo técnico se ensambló ahí. Todos. Desde los asistentes al analista, los preparadores físicos, la psicóloga. Irlanda, además, por el sistema de presupuesto que tiene, la parte de staff de soporte, que son médicos, kinesiología, que son un millón, no están contratados por la federación, sino por lo que sería la secretaría de deportes para nosotros. El staff en total somos 23, de los 23, 15 llegamos nuevos. Entonces los primeros meses fue mucho de eso, de conocer y encajar las ideas de cada uno con las necesidades del equipo y en el medio competir. A mí me tocó sumarme al equipo dos meses antes del Mundial, una de las competencias más importantes del mundo, en el medio de un cuerpo técnico que se estaba armando, así que fue medio caótico al principio. Así que al principio fue eso, acomodarnos nosotros, conocernos y competir. Y a partir de ahí fue, bueno, ahora tenemos un poco más de tiempo para preparar el clasificatorio europeo que lo ganamos en casa y eso nos dio aire para sentar las bases para tratar de clasificar a los Juegos Olímpicos.
– ¿Qué objetivo tenés para el equipo?
– Con el sistema clasificatorio de ahora se hace más difícil llegar a los Juegos. Nosotros tenemos que, o ganar el Europeo (se juega en Mönchengladbach, del 19 a 27 de agosto), lo cual siempre es muy difícil porque juega Holanda y cuando juega Holanda, generalmente competís por el segundo puesto, o terminar entre los primeros cinco para después ir al clasificatorio olímpico que se juega a fines de enero. Y en ese clasificatorio olímpico, los únicos equipos que no están son los ganadores de cada continente. O sea, no va a estar Holanda, Argentina, me imagino que no va a estar Australia, pero después le tenés que ganar a Alemania o a Bélgica o a España, Gran Bretaña, o a India o a China, o Nueva Zelanda o Estados Unidos. El torneo va a ser durísimo. La clasificación a los Juegos va a ser durísima. Pero estamos mucho mejor que en la situación previa al Mundial. Al equipo se le fueron el 70 por ciento de las jugadores que llegaron a la final en 2018, quedaron cinco, y el resto fueron todas chicas que subieron de la Sub 21. Nosotros jugamos con cinco chicas que no tenían partidos internacionales, no tenían partidos con la selección mayor, debutaron en el Mundial, esa era la foto donde estábamos parados. Hoy ya tienen casi un año y la idea es redoblar la apuesta.