Hace poco más de 60 años, con tres tablas que el joven de entonces Daniel Gil logró comprar en Perú luego de una intensa búsqueda para conseguirlas, se comenzaba a gestar en Mar del Plata la «cuna nacional» del surf, que en la actual temporada de verano convoca el interés de cientos de personas, turistas y visitantes de todas partes del mundo.
Daniel, un pionero que se dice fundamentalista del surf y está dispuesto a defenderlo hasta el último minuto, vive sobre la playa ubicada a 1500 metros del complejo de Punta Mogotes de Mar del Plata, casi con la arena y el mar al costado de su cama. Allí mismo, fundó Kikiwai Surf Cluby la Academia Argentina de Surf, donde actualmente pasan cientos de alumnos.
En un entorno privilegiado por la naturaleza, rodeado de alumnos de todas las edades, el director de la Academia y presidente Kikiwai desde 1963, invita a cada persona a integrarse a una energía vibratoria general, a aprehender la capacidad de coordinar el movimiento, la rapidez mental, los reflejos, el equilibrio y el alma para surfear en el mar y en lo terrenal.
El surf es un deporte que, desde su aparición, no dejó de ganar adeptos. «Te da las herramientas necesarias, como la paciencia, que no es otra cosa que la ciencia de la paz, para domar nuestros ‘caballos salvajes’ y convertirte en la persona que siempre quisiste ser, sin dudas hay un antes y un después», ilustró Daniel en diálogo con Télam.
«Hace 60 años que surfeo, empecé a los 16 años y voy a cumplir 77 ahora», dijo sin ocultar orgullo. Y agregó: «A veces me preguntan por mis hijos y digo que tengo nueve (todos aprendieron a surfear, algunos son campeones de torneos locales e internacionales), 16 nietos y 9.999 hijos del agua salada, de todas las edades«, describió a su gran familia. .
Vestido con las clásicas bermudas de los surfistas y atento a lo que sucede alrededor desde su ventana a pocos metros del agua, el profesor habló emocionado sobre sus primeros encuentros con una tabla que le cambiarían la vida para siempre.
Cómo comenzó todo
A sus 15 años acompañó a su padre en un viaje de trabajo, cuando regresaban hicieron una escala en Miami y, una vez allí, decidió dar un paseo: «Ni bien salí a caminar, me encuentro con un local y vi una foto que me impactó, tuve que detenerme y sentarme porque se me habían aflojado las piernas. Era una gigantografía de un señor que iba arriba de un longboard sobre una ola turquesa, y ahí dije esto es para mí«.
Pero -añadió- «la primera vez que toqué una tabla fue en (la playa de ) Arpoador, Brasil, cuando todavía no existían en Argentina. Ahí estuve 20 días sentado en una piedra mirando y esperando que llegara el turno para que me la prestaran. Había una sola y el hombre que la tenía se la prestaba a todo el mundo; tan decidido estaba con tener una tabla que mientras tanto le ofrecí comprársela, pero el chico se negó«, relató con tristeza, casi reviviendo ese momento de desilusión.
Mientras tanto observaba las técnicas, llegaba al hotel y practicaba. «Y un día me tocó, me paré en la primera ola y así fue como empecé y no paré más, iba en la tabla con lágrimas, no era el agua, eran mis lágrimas de felicidad, de reírme y llorar al mismo tiempo y ahora voy a cumplir 77 años así que es toda mi vida prácticamente haciendo este deporte», rememoró.
A sus 16 años, en 1963, Daniel recibió un llamado de su padre, en ese momento vicepresidente de Boca Juniors, quien le avisaba que iban a viajar a Perú, donde se fabricaban tablas para surf. Compró tres y a poco de su regreso, el 3 de mayo de 1963, ya estaba en el agua marplatense. Con paciencia y perseverancia comenzó su historia en Argentina.
«Caminaba arriba el agua, la gente me miraba y se acercaba a ver qué estaba haciendo, la gente me rodeaba y no podía surfar. Así empecé yo, como aquel hombre de Brasil, a prestar las tablas y enseñar este deporte», recordó. Y manifestó su «orgulloso» porque ya no debe ir más a la playa. «Vivo en ella, en la cabaña que construí hace 26 años, que es también mi oficina, mi vida literal».
En diferentes tramos de su entrevista con Télam, Daniel se refirió al surf como «un estilo de vida» y lo caracterizó como «uno de los deportes más difíciles del mundo».
En la escuela pionera, la práctica del surf es una filosofía de vida
«El planeta de al lado, el de enfrente -señaló en referencia al mar- es todo diferente. No es lo mismo empezar (a surfear) a los 70 (años) que (siendo) un pibe de 17″. Sin embargo, contó que en la actualidad tiene un alumno mendocino de 65 años. «Acá también vienen a aprender de todo el mundo, como Islandia, Noruega, África, Brasil, Japón, de todos lados».
En lo que respecta al aprendizaje, Daniel dijo que es clave observar con detenimiento el mar y aprender a respirar, a hacer ejercicios de yoga, a oxigenar los pulmones y mandar el aire al cerebro, «que es el pilar y el que te devuelve la idea«, dijo.
“ESTUDIO Y SURFEO”, SU PROGRAMA DE BECAS
Los socios de la academia, a través de su aporte, colaboran con el Programa de Becas “Estudio y Surfeo”, que consiste en clases, asistencia y acompañamiento totalmente gratuito, para estudiantes de bajos recursos que tengan entre 12 a 14 años.
El único requisito para poder acceder a esta beca es contar con boletines escolares “excelentes”, así lo calificó Daniel Gil, con un promedio de 7 en adelante, en todas las materias todos los meses del año.
El objetivo es fomentar de este modo, no solo el deporte, sino también el desarrollo del instinto de superación del individuo en edad de crecimiento. “Les doy la tabla, el traje de goma y todo lo necesario. Hoy la mitad de mis instructores son ex alumnos míos de las becas”, dijo Daniel Gil.
«Una vez que se logra el arte de la coordinación entre el pensamiento, el movimiento y la respiración, explico a mis alumnos lo primero del agua, que tienen que mirar a dónde están las olas, cuál es el momento oportuno del set (el grupo de olas que vienen) y cuál es el momento preciso en el que hay que entrar», explicó a Télam.
La postura es muy importante para mantener el equilibrio. Para eso también en la escuela cuentan con aparatos que son simuladores de equilibrio o despertadores de equilibrio para los tobillos, para las rodillas, que es lo que se va a necesitar para una posición exacta.
La parte que es fundamental enseñar, es la mental y espiritual, “por eso digo que es transformarse en otra persona, en la persona que siempre quisiste ser. Es un camino hacia la purificación, se convierte en una filosofía de vida que además de hacernos disfrutar, nos hace crecer, nos estimula, para sobrellevar una existencia victoriosa”, resaltó sobre el deporte.
Los interesados en tomar clases en la escuela de Daniel Gil pueden obtener mayor información a través de la cuenta de Instagram @KikiwaiSurfClub o bien de los teléfonos +54 9 2234 47-5215 y 223-4-475215.
UN ESPACIO DE APRENDIZAJE QUE LOS MARCÓ PARA SIEMPRE
Camila Moyano Loza, o conocida por su nombre artístico Marruina, tiene 21 años y nació en la ciudad de Mar del Plata donde vive actualmente. En el año 2011, explicó a Télam que tuvo la curiosidad de aprender a surfear y fue en esa oportunidad donde conoció a Daniel Gil, “quién me vio durante varios días intentar aprender sin ningún tipo de conocimiento, y se acercó a mí brindándome su ayuda mediante un programa de becas que ofrece desde Kikiwai para niños con buenas notas en la escuela”.
Como Camila o Marruina (como le gusta que la llamen), cumplía con los requisitos, Daniel comenzó a brindarle sus conocimientos y a ofrecer clases para desarrollarse en este deporte. “La Academia también fue un espacio para desarrollarme competitivamente, se convirtió en mi segunda casa durante años y fue una oportunidad enorme en mi vida, la de crecer junto al pionero del surf argentino, una leyenda viva y única, a la cual le agradeceré eternamente”.
En el año 2014, corrió su primer circuito competitivo y se consagró Campeona Argentina de Longboard Damas, así como también en el 2015 y 2017, además de participar en categorías junior. Desde el 2016 se desempeña como instructora en Kikiwai, lugar donde sintió “lo hermoso que es el rol de enseñar este deporte tan maravilloso, no sólo por la conexión con la naturaleza y lo divertido que es, si no por la sabiduría humana que te da y la paz para sobrellevar la vida”, expresó. En 2021, se capacitó formalmente en un curso de la Asociación Argentina de Surf como instructora, y actualmente trabaja como profesora e instructora en la Academia. “Para mí es un honor estar trabajando en un lugar emblemático y enseñar una profesión tan maravillosa, en la que no es sólo correr una ola, sino conocer las raíces del surfing y una disciplina hacia la purificación del alma. Como dice Daniel, la vida es una ola que surfeamos día a día”.
Marruina, también es música, y cuenta que ese es su nombre artístico en homenaje al mar que “me sacó de la ruina y, gracias a eso me inspiro para mis letras”.
Nicolás Ludovino, de 21 años, se define como surfista de alma, actualmente radicado en Praia da Pipa, Brasil, viajó hace unos días a su ciudad natal de Mar del Plata. “Estoy feliz de estar de vuelta en kikiwai, lugar que me vio crecer. Siempre fui del mar, mi madre me llevó por primera vez a las orillas de kikiwai cuando tenía 2 semanas de vida”.
“Cuando fui creciendo no quería parar de hacer actividades físicas cerca del agua, comencé con un bodyboard, que la academia de Daniel me lo prestaba; cuando tenía 11 años, me dicen en la academia que se estaba llevando a cabo un programa de becas para todos los jóvenes que estudien y tengan el boletín aprobado con buenas notas. Cuando supe de eso dije ‘lo voy a conseguir’”, relata Nicolás. “Llegó diciembre, y mi alegría inmensa de saber que iba a ser becado por el pionero del surf argentino, porque había aprobado todo con 8,9 y 10. Daniel me felicitó y me dio la bienvenida al club, todavía hoy recuerdo mi emoción”.
“Ahí conocí por primera vez lo que era una tabla larga, denominada como «longboard» y fue amor a primera vista, desde muy chico tuve gran admiración por el club y por su gente, quien conoce sabe que kikiwai es cuna de campeones”.
Hoy, a sus 21 años, Nicolás es recientemente campeón de la primera etapa del circuito profesional de longboard argentino, con muchas expectativas para este año. “Yo a Daniel, a donde sea que vaya, lo presento como mi sensei, mi maestro, el profesor”. Además, el deportista dijo que tiene una admiración especial que desea remarcar: “Mi admiración por el ‘lobo’, por María (esposa de Daniel) y por los que llevan adelante el Kikiwai Surf Club por siempre incentivar a los jóvenes a estudiar”.