Marianela Oroño publicó un mensaje en cuenta de Twitter para Manu. «Fue un placer verte brillar desde tan cerca», fueron algunas de sus palabras.
Desde el sillón de casa, desde alguna tribuna de algún estadio de algún lugar del mundo o desde el asiento 12 de la fila 11 de la sección 24 del at &t Center… Fue un placer verte brillar desde tan cerca! Te amo! @manuginobili
Marianela Oroño nació en Capital Federal, un 28 de julio de 1981. Sin embargo, muy pocos conocen los inicios de la pareja, cuyo origen está vinculado estrechamente con San Nicolás.
Sucedió en nuestra ciudad, una tarde de jueves, en 1997. Un joven Emanuel Ginóbili llegó a San Nicolás para disputar un partido de la Liga Nacional de ese año con Estudiantes de Bahía Blanca, club en el que militaba por entonces y que al final de la temporada le serviría de trampolín hacia el baloncesto europeo, después de haber sido elegido en ese último campeonato suyo en Argentina como la Revelación por la prensa especializada. Aprovechando la tarde libre -teniendo en cuenta que el encuentro se jugaba al día siguiente- Manu abandonó el hotel en el que se alojaba la delegación bahiense y salió a caminar, con un destino fijo: la casa de Sergio Hernández. El Oveja -también nacido en Bahía Blanca- era el director técnico de Regatas, rival de Estudiantes en esa fecha. Y además un amigo de la familia Ginóbili. El ex entrenador de la Selección Nacional -que por ese tiempo ni siquiera soñaba con llegar a ese cargo- vivía en una edificio ubicado en Guardias Nacionales y la bajada Belgrano. Manu cruzó la Plaza Mitre sin saber que en su visita a Hernández iba a conocer a la mujer de su vida. Esa tarde, en ese departamento se encontraba Marianela, tomando mates con Elizabeth -esposa de Hernández- y Mara -la señora de Ariel Amarillo, asistente del DT en su paso por Regatas-. Marianela había conocido a los Hérnandez en Cañada de Gómez, cuando su papá, Luis, jugaba allí y Sergio era ayudante de campo de Julio Lamas. Y cuando Hernández vino a dirigir a San Nicolás ese vínculo se volvió más cercano, al punto tal que Marianela -quien vivía en La Emilia- ayudaba a su mujer en el cuidado de los pequeños mellizos del matrimonio, Lautaro e Imanol.
Emanuel y Marianela charlaron un largo rato esa tarde y “pegaron buena onda”. Intercambiaron teléfonos, con la idea de seguir en contacto. Y lo hicieron. De hecho, a partir de ese momento, ya no se separaron. En una ocasión, estando Marianela en casa de los Amarillo, Manu pasó a buscarla. Lo curioso es que lo hizo en un Fiat 147. “Era de color blanco (el auto) y él entraba con lo justo, porque si bien era flaquito tenía una buena altura ya. Yo estaba justo sacando la basura a la vereda cuando él llegó y me preguntó si Marianela estaba en casa”, recordó Ariel Amarillo, testigo privilegiado de los inicios de la relación.