A una semana de su fallecimiento, los ex alumnos de Manuel Rivera, fundador y entrenador de «Los Ñandues»,siguen recordándolo y elogiándolo tal como era. María de Angeles Troffe, nos envió una nota de agradecimiento que con mucho orgullo publicamos en este sitio.
A Manolo Rivera , mi maestro, con mucho cariño, amor, y sobre todo con mucho respeto – Maria Troffe
A partir de una semilla de ilusión comienza a gestarse un sueño, luego se empieza a planificar, es decir, complementarlo, criarlo, como a un arbol regarlo por así decirlo. Y cuando le damos forma a eso que anhelamos se necesita la predisposición, la voluntad, la perseverancia, y la fuerza para continuar, para hacer de ese sueño algo empírico y que nos llene de orgullo. Así hizo nacer a la entidad de «Los Ñandues», el gran entrenador Manolo Rivera quien fué fiel a su frase : «Hagas lo que hagas, hazlo con todas tus fuerzas», para poder construirlo.
El creia que el verdadero atletismo se podia lograr, el queria mas que nadie dar lugar a jóvenes para que puedan realizar las actividades y aprender, dándoles las herreamientas necesarias para que cada pupilo pueda lograr lo que quisiera.
Todo comenzó con sus fuertes ideales, en los cuales uno fue : el progreso. Como un visionario comenzó a realizar sus deseos generando a esta entidad independiente el 9 de febrero de 1989. Desde ahí no se paro de trabajar. Siempre poniendo el pensamiento positivo y diciendo que : «lo mejor está por venir» y así fue ya que los Ñandues han logrado muchos éxitos, como 35 records argentinos absolutos a sus 8 años de la fundación y otras grandes cantidades de logros efectuados.
Yo, María de los Angeles Troffe, me uní a Los Ñandues en septiembre del año 2000. Concurrí al Cenard con mi presencia física desde el año 2000 al 2007, donde luego solo me pude mantener en contacto telefónicamente debido a situaciones laborales que me lo impedian. Pero mi energía y escencia es de Los Ñandues, mi corazón está puesto en esta agrupación que tanto en su momento me dió y me sigue dando.
Este gran hombre logró que yo corra a 3’39» cada kilómetro en 5000 en pista 18’17», 3000 en pista 11’03», 10000 en pista 38′,48», medio maratón 1 hora 23′ , maratón 3hs 10′.
Desde el 2010 hasta hoy sigo sus entrenamientos a través de carpetas que fui armando en los tiempos que concurrí al CENARD.
Un perfecto altruista, que daba todo por todos, por sus alumnos y por quien consideraba allegados. No temia el enfrentar y marcaba sus ideales donde iba. Una persona de caracter fuerte, su amor por el atletismo era más inmenso que cualquier cosa y lo definia a este como : «la pista el cronómetro y el atleta.» Una persona que vivió su vida a pleno y a pesar que sus años avanzaban se mantenia eterno como lo es ahora. El decía que la edad no son los años que se tiene, sino la forma de vivirlos, y todo el tiempo que estuvo «corriendo» en esta tierra vivió a su manera y con sus propias leyes.
Nunca voy a olvidar la última vez que te ví, ese 16 de febrero del 2013, una imagen tierna y bella, consejos vigentes y herramientas poderosas me llevo de «vos». Gracias en nombre de todos los atletas de Los Ñandues por haber sido tan buena persona.
Y personalmente y en agradecimiento quiero brindarte este bello texto Diego Troffe
«Y ahora corro, corro lo más rápido posible,no para ganar ,sino por la escencia de ese «todo»«.
Corro y no veo a nadie delante mio, una sonrisa se dibuja en mi rostro y algo me da mas fuerza para seguir adelante. Las gotas de sudor, lluvia de esfuerzo, se mezclan con mis lágrimas, haciendo fusiones de emociones, de trabajo y sentimiento. Me enseñaste bien.
Mis pies ligeros se adaptan a cada segundo, mis pies ligeros dejan huellas que nadie podrá borrar, huellas que por vos fueron moldeadas. Y a lo lejos se ve un final, un final tan lejano pero tan cercano, me aproximo, de a poco pero constante, ahora más y más arribada esperando ver ese fuego que rebalsa de tus ojos. Llego pero no te encuentro, llego y mi mirada se vuelve paranoica, un escalofrío recorre los nervios de mis vértebras, la multitud grita y enloquece, pero no te encuentro. Abrazos y felicitaciones, que tratan de alimentar mi yo interno, pero que no alcanzan, y tengo que demostrar algo que no es en lo externo. Mi cuerpo me dice que me falta algo, siento tu energía, siento tu presencia, pero no te descubro.
De pronto veo a alguien, mi corazón comienza a latir de emoción en una diástole y sístole desesperada, a pesar del cansancio comienzo a correr en la dirección en donde te encontrabas. La multitud de gente crece y me detiene, las piedras en el camino me hacen tambalear, comienza a llover, y las gotas de lluvia se vuelven vapor en contacto con mi piel, me encuentro atrapada ,desesperanzada, por no volverte a ver, comienzo a gritar, grito, grito más fuerte, y te das media vuelta, reconozco tu perfil, reconozco tu andar, levantas la mano saludándome, y luego das una reverencia, sonries y te vas caminando de a poco. Comienzas a trotar y luego te ves sometido en otro maratón, un maratón, donde Dios te estará esperando del otro lado de la meta.
Ojala todo fuese un sueño, ojala puediera ver tus ojos cada vez que toco la raya que divide el trayecto del término. La vida nos avisa cuando empezamos, con el ruido del estallido de la bala. Ojala nos diera una señal o un indicio cada vez que todo está por acabar, pero no, vamos ciegos corriendo el camino que nos toca, sin saber cuando es el límite y cuando menos lo pensamos se degrada el alma, para solo quedar en el recuerdo, que en la mente se vuelve eterno.
Hoy que no te veo y que no te puedo encontrar al lado mio prometo cada vez que levante un trofeo, cada vez que sienta el frio del material que este hecha la medalla, cada vez que escale el podio, cada vez que rompa la cinta de llegada, cada vez que escuche el sonido del silbato…ahí, en ese momento, pensaré en vos. Porque lo sé, porque me diste las herramientas, me enseñaste bien.»
Nota y fotos: María de los Angeles Troffe